El especial de Joe Rogan en Netflix se convierte en una experiencia alocada en medio de fallos técnicos y controversia.

El sábado por la noche, Joe Rogan subió al escenario para su muy anticipado especial de comedia de Netflix, "Burn the Boats". Sin embargo, la actuación tomó un giro inesperado cuando fallos técnicos empañaron los momentos iniciales. Los espectadores disfrutaron de una experiencia surrealista mientras la boca de Rogan se movía desincronizada con sus palabras, mientras el audio se interrumpía, creando un espectáculo desorientador que recordaba al infame personaje de los años 80, Max Headroom. Para una figura tan inmersa en teorías de conspiración como Rogan, esto podría haber desencadenado especulaciones salvajes sobre un sabotaje por parte de los medios de comunicación tradicionales o incluso interferencia alienígena. Pero en realidad, fueron solo los típicos contratiempos de una transmisión en vivo. Este especial marca el regreso de Rogan al stand-up después de un receso de seis años, tras las actuaciones de pesos pesados como Chris Rock y Katt Williams. Su timing coincide con la temporada electoral, sin embargo, curiosamente, el discurso político pasó a un segundo plano durante la actuación. En su lugar, Rogan ha estado acaparando titulares en su pódcast, donde ha lanzado afirmaciones controvertidas sobre figuras y eventos políticos, incluyendo una extraña afirmación de que el asesinato de Donald Trump ha sido deliberadamente ignorado por los medios, o que la ocasional claridad del presidente Biden se debe al uso de un doble. El pódcast de Rogan, que se ha convertido en el más popular del mundo, prospera al abordar temas que, según él, son ignorados por los medios tradicionales. Preguntas que indagan sobre la naturaleza de la realidad, como la autenticidad del alunizaje o la existencia de vida extraterrestre, dominan sus discusiones. Sin embargo, hay un aspecto crucial de su carrera que permanece en gran medida inexplorado en el ámbito de la comedia: la calidad del stand-up de Joe Rogan. Este es un tema delicado para sus colegas comediantes, dado el inmenso influjo de Rogan como una figura poderosa en la escena de la comedia. Él posee un club en Austin, Texas, y su plataforma puede elevar significativamente especiales y películas. Aunque a menudo se le caracteriza como un comentarista político o una figura cultural controvertida, es vital recordar que su notoriedad se basa en gran medida en su trayectoria de décadas como comediante de stand-up. Su comedia, sin embargo, contrasta marcadamente con las ideas que ofrece en su pódcast. En el escenario, la entrega de Rogan se caracteriza por una energía frenética y gritos desenfrenados, muy alejada de las discusiones mesuradas típicas de su pódcast. Su fisicalidad es impactante; durante "Burn the Boats", por ejemplo, se formó una línea pronunciada de sudor en su camisa, transformándolo en una versión hiperactiva de Charlie Brown. Esta persona exagerada invita a las audiencias a tomar su actuación con un grano de sal, pero también plantea preguntas sobre la profundidad de su trabajo cómico. Mientras los espectadores filtran el caos de su actuación, pueden preguntarse si el estilo frenético de Rogan resuena con ellos o si les parece una caricatura. Si bien su pódcast proporciona una plataforma para una amplia gama de discusiones, la pregunta sigue siendo: ¿puede Rogan traducir ese éxito en una comedia de stand-up que sea tanto atractiva como significativa? Dada su posición como un pararrayos cultural, "Burn the Boats" puede servir como una prueba para descifrar cuán bien puede Rogan combinar su multifacética presencia mediática en una identidad cómica cohesiva.