Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Durante años, la arena política ha parecido a menudo un patio de escuela conflictivo, donde los insultos han sido el arma preferida, particularmente entre los seguidores de MAGA. Términos como "copos de nieve", "groomers" y "cucks" han inundado el discurso, destinados a menospreciar a los oponentes de una manera que apela a los instintos básicos del partidismo. Mientras tanto, los demócratas han mantenido típicamente un estándar más alto, intentando elevarse por encima de la contienda respondiendo con hechos y argumentos razonados. Desafortunadamente para ellos, este enfoque ha caído a menudo en saco roto en un clima político que parece favorecer mensajes más viscerales. Sin embargo, las últimas semanas han visto un cambio notable. Con Kamala Harris ganando impulso en las encuestas contra Donald Trump, la respuesta demócrata ha tomado un giro hacia una forma más jocosa, pero incisiva, de jiu-jitsu verbal. El término "raro" ha emergido como una herramienta central en esta nueva estrategia, empleada de manera ingeniosa para encapsular no solo las acciones y palabras de Trump y sus aliados, sino también para evocar una sensación de incomodidad y absurdidad en sus posiciones políticas. Las recientes comunicaciones de la campaña de Harris han abrazado este léxico, cuestionando notablemente el estado mental de Trump con una línea llamativa: “¿Está bien Donald Trump?” Es una forma simple, pero efectiva, de enmarcar el comportamiento del expresidente, sugiriendo que sus excentricidades podrían no ser solo triviales, sino sintomáticas de un problema más profundo. De manera similar, el mensaje incisivo de la campaña, “Feliz Día Mundial de la I.V.F. a Todos Excepto a JD Vance”, sirve como un golpe ingenioso, entrelazando la crítica de políticas con la caracterización más amplia del nominado republicano a la vicepresidencia como “raro” y “espeluznante”. Este nuevo lenguaje, aunque arraigado en la simplicidad, entrega un impacto que es difícil de contrarrestar. "Raro" no es solo un descriptor ocioso; es una etiqueta que hiere, particularmente cuando se aplica a figuras políticas que han construido sus personas sobre una fachada de normalidad y valores tradicionales. El término capitaliza la noción de que en una sociedad donde a menudo se exalta la conformidad, ser etiquetado como “raro” es ser marginado. Como señaló el estratega político Tim Walz en sus discursos, las acciones y declaraciones del GOP pueden ser adecuadamente categorizadas como "simplemente raras", y este sentimiento parece resonar cada vez más con la base demócrata. Figuras demócratas de todo el espectro están ahora uniéndose a esta estrategia lingüística. Desde la observación de Pete Buttigieg de que Trump está "envejeciendo y volviéndose más extraño" hasta las descripciones de Chuck Schumer sobre el comportamiento de JD Vance como "raro" y "errático", el mensaje es claro: es hora de recuperar la narrativa. La adopción de términos como "raro" permite a los demócratas participar en una crítica lúdica pero incisiva que podría resonar más profundamente con el electorado. Sin embargo, como con cualquier cambio en el mensaje político, hay advertencias. Los expertos lingüísticos han señalado que, aunque "raro" puede servir como una herramienta poderosa para socavar a los oponentes, conlleva riesgos. Existe el riesgo de alienar a votantes que pueden percibirlo como un desprecio condescendiente o elitista. La línea entre lo atractivo y lo vergonzoso es delgada, y los demócratas deben proceder con cautela para asegurar que este enfoque no salga mal. En última instancia, la introducción de "raro" en el léxico político puede señalar una nueva fase en la campaña demócrata—una que abraza un estilo más irreverente y orientado hacia la juventud. Ofrece una desviación refrescante de la retórica tradicional y pesada que a menudo ha caracterizado el discurso político. Aunque los insultos de patio de recreo pueden parecer desalentadores para algunos, también representan una recalibración estratégica que busca recuperar la narrativa y contrarrestar una larga historia de insultos que ha dominado la política estadounidense. Solo el tiempo dirá si esta nueva táctica tendrá éxito en energizar la base demócrata y atraer a votantes indecisos, pero por ahora, ciertamente añade un giro inesperado al drama político en curso.